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Sociabilidad virtual, vínculo social y construcción de la identidad. El Caso de la comunidad virtual El Rincón Chileno (página 2)




Enviado por Djamel Toudert



Partes: 1, 2

 

3. Chilenos en el ciberespcio: lugar
de encuentro, retóricas de pertenencia y
problemas de
localización

A partir de la doble retórica de "los chilenos
en el mundo"
(es decir, la comunidad
nacional que se encuentra, ya sea en territorio chileno, ya sea a
través del mundo, localizada en alguna coordenada
geográfica
) y de "los chilenos en Internet" (es decir, los
miembros de una comunidad nacional que se localizan o conectan a
partir de las coordenadas desterritorializadas del
ciberespacio), los creadores del RCH dan cuenta del
sentido de su comunidad virtual, a la vez que establecen
las referencias que nos han servido para problematizarla
como objeto de investigación.

El sentido, en efecto, es el de la comunidad electrónica que permite unir las diferentes
distancia y localidades geográficas de sus miembros en un
solo lugar de comunicación e interacción común, a saber, "el
rincón Chileno, tu comunidad en la Red"
. Sin embargo, esta
comunidad virtual no es como cualquier otra comunidad en el
ciberespacio: antes que nada, y como señalan sus propios
creadores, se trata de una comunidad virtual de chilenos,
concebida por chilenos y para los chilenos en el
mundo.

Sus fundadores no sólo establecen, como en el
caso de otras comunidades virtuales, los criterios nominales de
pertenencia al RCH (llenar una formulario de inscripción,
elegir un nickname, escribir una presentación
personal,
etc.), sino que recurren a la condición de compatriotas de
sus integrantes: la comunidad nacional, la identidad
nacional. De este modo, lo chileno –como figura
temática que acompaña la puesta en escena de las
diferentes secciones y espacios interactivos que forman el
sitio–, y la distancia –como figura
geográfica que separa la localidad de los chilenos
expatriados de esa otra localidad que es el territorio
nacional–, encuentra su síntesis
(y tal vez su "cura") en las tecnologías de lo
virtual
, es decir, en esta comunidad del ciberespacio que
sirve de lugar de encuentro para los chilenos en el mundo
(3).

A partir de dicho discurso, no
entre el lugar de- aunque sólo
fuera retórico- sería
difícil establecer un símil encuentro virtual de
una comunidad de chilenos y la figura de una diáspora
electrónica
, en el sentido desarrollado, entre otros,
por Arjun Appadurai (2001). Sin embargo, antes de poner a prueba
esta hipótesis, hemos debido preguntarnos si la
supuesta diáspora electrónica era siquiera
electrónica, es decir, si estábamos o no
frente a una comunidad virtual en los términos de
desterritorialización y sentido de pertenencia antes
señalados.

Aquí aparecen las referencias que, a
propósito de las retóricas de sus fundadores, nos
han servido para problematizar el caso de la comunidad RCH.
Aunque para los creadores del RCH los chilenos en el mundo que se
reúnen en el ciberespacio son un hecho dado, producto del
desarrollo de
Internet como tecnología, ya
encontramos en dicha formulación los elementos que
tensionan la relación entre lo virtual y lo
real (lo desterritorializado y lo
territorial) en el seno de la comunidad RCH. Los
"chilenos en Internet", en efecto, se encuentran en el
no-lugar que es el ciberespacio. Pero a su vez, los
"chilenos en el mundo" que forman parte de la comunidad,
se encuentran en algún lugar geográfico, bien
localizados en algún sitio (4).

En ese sentido, la metáfora espacial de un
"dentro" y de un "fuera" de la pantalla nos ha servido para
delimitar dos espacios de observación.. La vida de una comunidad
virtual está, en efecto, compuesta por dos esferas
principales de interacción: las relaciones on line
y las relaciones off line entre sus miembros. Sin embargo,
para determinar las dinámicas de construcción del "estar juntos" en la
comunidad RCH, fue necesario determinar la manera en que dichas
esferas se relacionan: ¿construcción de la
comunidad a partir de las relaciones on line entre sus
miembros, independientes de los límites de
la geografía
y el territorio?, como postulan algunos. O, más bien,
¿construcción de relaciones virtuales a partir de
los vínculos territoriales y localizados de la vida off
line
de sus miembros?.

Para ello, hemos recurrido a dos momentos en la estrategia de
nuestra investigación. Por un lado, determinar cómo
los miembros del RCH imaginan esta comunidad de chilenos en el
ciberespacio. Por el otro, observar los lugares comunitarios en
donde esta imaginación es construida y puesta en
práctica. En el primer caso, se trata de dar cuenta de las
trayectorias biográficas de los miembros con respecto a su
relación con la comunidad (los usos de la
tecnología Internet). En el segundo, de observar aquello
que hemos denominado los "contextos de interacción
virtual" de la comunidad, es decir, los espacios hipertextuales
(públicos y privados) que permiten que sus miembros, a
pesar de la distancia geográfica, puedan coincidir y
relacionarse entre ellos.

Nuestra aproximación a los espacios textuales de
interacción del RCH (chat, foros,
dominios personales) tuvo por objetivo
determinar cuáles eran las dinámicas relacionales
al interior de la comunidad, y cual era la relación de
estás con la esfera de lo territorial y geográfico.
Es observando cómo los miembros del RCH ocupan y practican
dichos espacios virtuales que hemos podido dar cuenta de las
diferencias que existen entre las formulaciones que imaginan una
comunidad virtual ideal (vínculos sociales
desterritorializados y elegidos, comunidad de intereses
compartidos, participación activa de sus miembros en la
construcción comunitaria) y las prácticas (no menos
imaginativas) de aquellos que con su presencia dan forma y vida a
la comunidad virtual.

En efecto, todo colectivo virtual tiene necesidad de un
ambiente
particular que dé a sus miembros el sentimiento de que se
encuentran compartiendo y cooperando a la construcción de
un espacio común de sociabilidad. De ahí los
esfuerzos de los creadores del RCH por crear y mantener un
sentimiento de pertenencia. Dichos esfuerzos se dan tanto en la
esfera del discurso (la puesta en escena de la comunidad de
chilenos en la red, del lugar de encuentro para los chilenos en
el mundo) como en la esfera de los hechos: la
implementación de un dispositivo de interacción
virtual en el que sus miembros puedan reunirse, comunicarse e
intercambiar información a distancia: salas de chat,
foros de discusión, dominios personales.

Sin embargo, del análisis detallado de los dispositivos del
dispositivo, podemos concluir que tanto el sentido de pertenencia
como las prácticas basadas en la supuesta comunidad de
intereses compartidos y en la
comunicación participativa entre de sus miembros, no
pasan de ser, la mayor parte del tiempo,
más que una suerte declaración de principios o de
intenciones de aquellos que crearon dichos espacios de
interacción y no la realidad que observamos a partir de
las prácticas de aquellos que efectivamente hacen uso de
ellos.

4. Foros de discusión y
Salones de Chat: construcción de una sociabilidad virtual
y reflujos de lo teritorial

La observación de los Foros de Discusión
del RCH obliga a relativizar algunos de los principios antes
citados, en especial el que se refiere a la "discusión
participativa". En efecto, considerando que se trata de una
comunidad virtual de más de 90.000 miembros, la
participación "activa" en este espacio de
interacción es por decir lo menos pobre, pues no sobrepasa
la treintena de socios. (5) En el mejor de los casos, se
trata entonces de una participación "pasiva": unos pocos
se dedican a escribir mensajes y animar discusiones, mientras que
la gran mayoría se contenta de leerlos. En todo caso,
lejos de ser un espacio que involucrar a la comunidad como un
todo, lo que se desarrolla en los foros corresponde más
bien a lo que hemos denominado discusiones periféricas.
(6)

A su vez, el análisis de las discusiones que se
establecen entre los participantes nos muestra
claramente que los foros RCH, como lugares "de
discusión, tolerancia y
libre expresión
", en la expresión de sus
creadores, conocen también no pocos momentos de conflicto. En
efecto, más allá de la imagen de la
comunidad virtual como unidad de "intereses y proyectos
comunes
", los foros son también el lugar de tensiones,
de conflictos y
de proyectos antagónicos al interior de la comunidad RCH.
A esto, hay que agrega que los mensajes depositados en los foros
(es decir, el "hilo" de lo que se discute en su interior) se
asemeja a las formas propias de las galimatías, es decir,
están más próximos a un conjunto de voces y
referencias ininteligibles que a una discusión claramente
estructurada o al menos participativa.

Sin embargo, la pobre dinámica comunicativa y la confusión
de discursos y
textos, pueden obedecer también a una lógica
que acerca a las galimatías del palimpsesto, es decir, al
hecho de que cada mensaje depositado remite, a su vez, a otros
textos que no entran, por decirlo así, en el marco textual
de sentido fijado por un foro particular. Pero a su vez,
cada referencia hecha en los foros se relaciona con otros
contextos, memorias y
realidades indispensables para captar su sentido. Es decir, se
encuentran como fuera de allí. En este sentido, esta
especie de palimpsesto electrónico que son los
foros RCH nos pone en contacto con la pluralidad de tiempos y de
espacios que "acumula" todo texto.

Ahora bien, estas referencias a lo que se encuentra
más allá de espacio de interacción virtual
podemos encontrarlas también en el salón de Chat
(IRC) de la comunidad (el RincónChat). En efecto,
la observación de sus dinámicas nos demuestra hasta
qué punto los ámbitos de lo virtual no son tan
independientes de los ámbitos de lo territorial o
geográfico: lo virtual siempre está
refiriéndose a lo que está más allá
de las redes de
Internet, y, a su vez, aquellas realidades "geográficas"
están siempre presentes en los desarrollos de lo
virtual.

Si los foros RCH son lugares asincrónicos de
comunicación (todo el mudo no está ahí al
mismo tiempo), el IRC representan el lugar por excelencia de la
relación sincrónica a distancia: la llamada
comunicación en tiempo real. En efecto, a partir del IRC
del RCH que podemos observar la sociabilidad virtual en el
momento en que ésta se "está creando".

En este caso, el IRC funciona como un dispositivo de
mediación entre un espacio virtual y una multitud de otros
espacios territoriales o geográficos. Por un lado, el
espacio virtual (el soporte hiertextual, la pantalla en
que se escriben y desfilan los mensajes), espacio en donde lo
local (desterritorializado) se encuentra aquí y
allá al mismo tiempo, en Suecia o en Chile, en todos lados
y en ninguno, y que, como un objeto vínculo o mediador, es
compartido y pertenece a todos los que en él participan.
De esta forma, el objeto hace funcionar una especie de inmanencia
virtual, "situando, alternativa y efímeramente, cada
localidad que contacta en la posición de agente
central"(Levy, 1995: 164) (7). Por el otro, los
espacios territoriales, el lugar de la presencia, de la
localidad en la que se desarrolla el cotidiano de cada uno de los
que participan del IRC. Espacio en donde las relaciones, esta vez
sí, se encuentran sometidas a todas las "limitaciones" que
impone la geografía y el territorio.

Como en el caso de otras comunidades de Internet, el IRC
del RCH posee dinámicas de sociabilidad que podemos
considerar como exclusivamente virtuales. Lo que podríamos
denominar un contexto de interacción ligado a un
sociabilidad endógena (Latzko-Toth, 2002), en
oposición a los contextos ligados a una sociabilidad
exógena. Dichas dinámicas se sustentan en las
características propias del IRC en cuanto dispositivo de
comunicación mediado por el ordenador, sincrónico
(en tiempo real) y en modo de texto. En términos
generales, dicho espacio de mediación permite la
emergencia de relaciones sociales que, de otro modo, no
habrían tenido lugar. Por un lado, la posibilidad de
establecer relaciones a distancia y, eventualmente, entre
desconocidos. Por el otro, la emergencia de modos
específicos de relación e intercambio que, gracias
al anonimato (producto de la interacción virtual) y a la
"ergonomía" necesaria al uso del texto
escrito (en oposición a oralidad del cara a cara o de
otros sistemas
telemáticos) constituyen una nueva forma de sociabilidad,
en especial entre desconocidos (8).

Sin embargo, los "materiales"
con los que se construyen los intercambios textuales al interior
del IRC hacen referencia, en su gran mayoría, a los
espacios territoriales fuera de la pantalla. En efecto, las
referencias constantes a la VR ("vida real"), es decir, a
un sustrato de sociabilidad preexistente, dan cuenta de ellos.
Dicha sociabilidad preexistente se refleja también en las
referencia más o menos estereotipadas a la identidad
nacional (9).
Sin embargo, por sobre aquella figura mayor y desterritorializada
de "lo chileno", por sobre la identificación que habla de
"los chilenos en el mundo" o de la "comunidad de
chilenos en Internet"
, lo que encontramos más bien es
una multitud de discursos y retóricas de pertenencia que
hablan desde determinados contextos locales (el "aquí y
ahora" fuera de la pantalla), desde distintas localidades
(10).

Pero no sólo se trata de referencias a un
contexto de sociabilidad exógeno o preexistente. Las
propias dinámicas de intercambio y comunicación
virtuales son determinadas por espacios territoriales bien
precisos. Lo que podemos denominar un regreso a la
"geografía" lo observamos, por ejemplo, en las
"dinámicas de reunión" de quienes participan en el
IRC, dinámicas que territorializan el espacio virtual
sometiéndolo una vez más a todas las limitaciones
de la geografía (11). De este modo, el uso
colectivo de un mismo espacio de comunicación en principio
inmaterial y desterritorializado conlleva, finalmente, a la
formación de grupos locales de
usuarios que se constituyen a partir de sus territorios
geográficos de pertenencia. De ahí, por ejemplo,
las modalidades de elección de entre los interlocutores o
las referencias necesaria del lugar de origen o pertenencia. Como
lo señala Madeleine Pastinelli (1999), estamos ante la
presencia de un "tropismo geográfico" en donde los canales
o salones de IRC se fragmentan hasta coincidir con una
región o ciudad (12), contradiciendo, de paso, los
discursos que predicen que la era de las redes
informáticas globales favorecerían la
aparición de nuevas formas sociales puramente virtuales y
cuyo motor principal
sería una comunidad de intereses y de valores no
territoriales.

Esta presencia de un tropismo geográfico en las
dinámicas virtuales del IRC tiene su continuidad en el
importante número de relaciones no virtuales que se
establecen entre sus miembros. Si bien existen ciertos usuarios
cuyo modo de relación en el IRC del RCH es completamente
virtual (es decir, que no establecen contactos físicos o
de presencia cara a cara con otros participantes), una buena
parte de los que participan en los salones de conversación
son, al tiempo que conocidos virtuales, conocidos fuera de la
pantalla, al exterior del IRC (13).

Así, a las coordenadas de un espacio virtual y
desterritorializado común, se agregan aquellas otras
coordenadas del espacio geográfico o territorial. Si el
no-lugar de las salas de chat permite que el espacio
geográfico se "virtualizado" y que el espacio territorial
se "desterritorialice", también ocurre lo contrario:
aquello que denominábamos las limitaciones
geográficas
logra persistir en lo virtual,
dentro de la pantalla.

5. Dominios personales: entre la
comunidad personalizada y la comunidad emocional

Es a partir de los dominios personales del RCH que
podemos ver de mejor forma la estrecha relación entre las
dinámicas de lo virtual y las dinámicas de lo
geográfico o territorial (14). La inmensa
mayoría de los miembros RCH limitan su
participación comunitaria a dichos espacios de
interacción: miles de ellos dedican tiempo y
energía para construir este que es su "rincón"
propio dentro de la comunidad. Sin embargo, la
construcción de este tipo de espacios virtuales no es
cooperativa
sino individual, y no corresponde al dispositivo de
comunicación virtual "todos con todos" que domina en los
espacios como el IRC o los Foros de Discusión, sino al
dispositivo de comunicación que permite establecer un
contacto "uno a uno" entre los diferentes miembros de la
comunidad. Si el IRC y los foros de discusión representan
los espacios públicos de la comunidad, los dominios
personales representan los espacios privados de ésta
(15).

Los dominios personales funcionan como espacios de
mediación entre los miembros del RCH, y entre ellos y el
resto de los espacios públicos o privados de la comunidad.
Los usos de los dominios personales, y las dinámicas de
sociabilidad que podemos observar a partir de ellos, representan,
en efecto, la mayor parte de los intercambios e interacciones
registrados en el seno de la comunidad RCH. En los dominios
personales, los miembros del RCH consumen la mayor parte de su
tiempo y energía en dos actividades principales: 1)
modelar y remodelar sus dominios personales "para dejarse ver"
por el resto de los miembros de la comunidad, 2) buscar en los
miles de dominios personales a otros miembros de la comunidad
para construir una red de relaciones y
contactos más o menos estable. A partir de ahí, lo
importante es determinar las características del
vínculo reticular asociado a este tipo de sociabilidad
emergente. Al no responder tanto a las dinámicas de
sociabilidad y convivencia de los espacios públicos de
interacción (todos con todos), como a las estrategias de
contacto personal (uno a uno), los dominios personales de la
comunidad RCH representarían un buen ejemplo de lo que
Castells denomina las "comunidades personalizadas": redes
centradas alrededor del individuo. De
este modo, los dominios personales son un buen ejemplo del
fenómeno de "privatización de la sociabilidad" en donde
la relación individualizada a la sociedad, al
grupo o al
colectivo vendría siendo el "modo de estructuración
específica del vínculo social". De ahí la
importancia de Internet en la estructuración general de
las relaciones sociales al contribuir, por medio de las
comunidades u otro tipo de colectivos virtuales, a una "nueva
sociabilidad fundada en el individualismo" (Castells, 2001:
161-164).

Como previene el propio Castells, no es Internet la que
crea el individualismo en red sino que "ofrece el soporte
material apropiado para su difusión
hegemónica":

"El individualismo en red es una estructura
social, y no una yuxtaposición de individuos
aislados: los individuos tejen sus redes on line y
off line a partir de sus centros de intereses, de sus
valores y de sus afinidades. Gracias a la flexibilidad y a la
potencia de
la comunicación de Internet, la interacción
social en línea juega un rol creciente en la
organización global de la sociedad. Las redes en
línea, cuando logran cierta estabilidad, pueden
engendrar verdaderas comunidades: comunidades virtuales [que
son más bien ] redes de sociabilidad a geometría variable y de
composición cambiante" (Castells: 163-164).

En efecto, los miembros la comunidad RCH se repliegan en
los espacios privados de la comunidad (libro de
saludos, dominios personales, ricónmail) desde
donde privilegia las estrategias individuales de
comunicación y contacto. Por esto no es extraño que
frente a los anhelos que la comunidad suscita, en cuanto
construcción cooperativa, gran parte de sus miembros se
rehúsen a hablar de "comunidad de intereses" o de
"comunidad de relaciones" compartidas. Para sus miembros,
la comunidad RCH es más que nada un lugar desde donde
pueden establecer contactos específicos e individuales con
otros miembros, contactos que no reposan en una especie de
espacio comunitario de relaciones "todos con todos" sino en la
intimidad que hace posible la relación "uno a uno".
Así, podemos encontrar en el seno de la comunidad RCH ya
sea grupos de conocidos que se habían constituido
anteriormente (grupos preexistentes), ya sea "grupos
personalizados" que se construyen en torno al
individuo (al modo de un círculo de conocidos), estos
últimos de composición y límites cambiantes,
y cuyo nivel de reconocimiento e interacción mutua depende
de los vínculos personales más de aquellos
colectivos.

En cualquier caso, el modelo de
interacción de las "comunidades personalizadas" muestra
claramente que el vínculo social en la comunidad RCH no es
construido alrededor de una organización necesaria o "vinculante" a lo
social (en el sentido de la construcción colectiva o
cooperativa de un contexto común y virtual de
interacción entre ausentes) sino más bien por la
elección de relaciones personales y sumamente electivas
entre sus miembros en el marco de espacios privados de
interacción y comunicación

Ahora bien, ¿cuál es la dinámica
generativa de dicha sociabilidad basada en las comunidades
personalizadas o en las formas de un individualismo reticular? La
mayoría de los autores parece coincidir en que la
respuesta se encuentra en una especie de ideal comunitario
basado, por una lado, en un cierto número de intereses y
valores compartidos entre sus miembros y, por el otro, en la
libre elección de pertenencia de éstos a la
comunidad virtual. Sin embargo, como hemos mostrado antes, los
intercambios y contactos entre los miembros de la comunidad RCH
no responden necesariamente, en su gran mayoría, a dichos
valores e intereses compartidos o siquiera a la existencia de
proyectos comunes (sino que más bien a estrategias
individuales de relación uno a uno). Es más, cuando
nos encontramos efectivamente con ciertas condiciones comunes al
establecimiento de una comunidad (la condición de chilenos
o nacidos en Chile de una gran parte de sus miembros, por
ejemplo) ya no podemos hablar tampoco de una libre
elección en la pertenencia a la comunidad virtual, o al
menos de una elección completamente independiente de un
cierto número de realidades "geográficas" o
"territoriales" (miembros de la comunidad de chilenos en Suecia,
nacidos en Chile, hispanohablantes, etc).

Como sugiere Zigmut Bauman si las consideramos como un
ejemplo de las- (1993), las
comunidades virtuales "deben su existencia a la explosión
de la- llamadas tribus posmodernas
sociabilidad: la acción
común no deriva de intereses compartidos; los crea"
(Bauman: 24). En efecto, la necesidad de relacionarse y
establecer contactos en la comunidad RCH puede obedecer a muchas
razones (soledad, ampliar las amistades, conocer chilenos de
otras partes del mundo, buscar una pareja, pasar un buen rato,
etc.) y pueden traducirse también de muchas formas
(contactos pasajeros, relaciones amorosas, amistades de todo
tipo, disputas festivas, etc.). Sin embargo, siempre son
mayoritarias aquella razones y formas de la diversión y de
lo momentáneo que hacen del RCH, más que una
comunidad chilenos o de proyectos compartidos, lo que
podríamos llamar un espacio de recreación
o de convivialidad saturada.

Este espacio de buena convivencia puesto a
disposición de los miembros del RCH gracias a las
tecnologías de interacción virtual y del hipertexto
informático, este "gran lugar bueno" en donde los
creadores del RCH ofrecen a cada chileno en el ciberespacio un
lugar para reunirse por "el sencillo placer de la
compañía", es uno de los elementos claves del ideal
comunitario virtual. En efecto, la noción de convivialidad
virtual (o de buena convivencia), remite a la idea de una
"conectividad sin objetivos ni
propósitos" (Jones, 1997: 7) en donde grupos o colectivos
pueden constituirse sin otra meta precisa que el gasto "festivo"
de tiempo y el placer de estar juntos. Desde esta perspectiva,
las dinámicas de sociabilidad al interior de la comunidad
RCH, en cuanto espacio virtual de recreación, pueden ser
entendidas a partir de la figura de la "comunidad emocional", en
el sentido desarrollado por Michel Maffesoli (2000), y como el
objeto de una antropología de lo cotidiano, de lo mundano
y de lo banal.

En la categoría de "comunidad emocional"
(Gemeinde) desarrollada por Maffesoli a partir de los
análisis de M. Weber podemos
encontrar, en efecto, ciertos elementos que son propios a la
comunidad RCH. De manera general, en cuanto modo de
reagrupamiento social, se trata de comunidades de aspecto
efímero, de composición cambiante, de fuerte
inscripción local y estructuradas a partir de lo
cotidiano. El equilibrio
entre la permanencia de sus miembros y la inestabilidad de sus
recorridos (para referirnos a lo que ocurre en las interacciones
on line del RCH), logra articularse en vínculos
sociales más o menos sólidos gracias a "la
emoción compartida" entre sus miembros y la
comunitarización abierta del grupo social. Dicha
emoción se comparte, en efecto, en los espacios de
interacción virtual de la comunidad (foros, IRC, dominios
personales). Así, de manera informal, banal o mundana, y
gracias a una sociabilidad dominada por la empatía, los
miembros del RCH forman su propia comunidad de
afectos.

Si embargo, no nos encontramos, como sugiere Maffesoli,
frente a una especie de "decadencia del individualismo" por
efectos de la comunitarización virtual. La sociabilidad en
el seno de la comunidad virtual RCH no pasa ni se define
necesariamente por la multiplicidad del yo y tampoco por una
especie de ethos comunitario basado en una subjetividad
común o en una pasión compartida. Como ya hemos
visto, si bien es cierto que el RCH pone a disposición de
sus miembros espacios de interacción virtual que autorizan
una convivialidad sin propósito y altamente "emotiva", al
modo de una comunidad emocional, no es menos cierto que el RCH es
también una "comunidad personalizada" en donde las redes
de sociabilidad se construyen gracias a las estrategias
individuales de sus miembros y no por medio de la
construcción cooperativa del tipo todos con todos.
Aquí también la oposición estricta entre las
tradicionales comunidades territoriales (fundadas en
vínculos familiares, territoriales o profesionales) y las
modernas comunidades reticulares (fundadas en la libre
elección, los proyectos comunes, la cooperación
mutua y los intereses compartidos) es sólo del orden
analítico. Como en el caso de la "comunidad emocional" de
Weber retomada por Maffesoli, se trata de una categoría
ideal-tipo, de "algo que jamás ha existido en cuanto tal,
pero que puede servir como revelador de situaciones presentes"
(Maffesoli, 2000: 28). Así, la constitución de los grupos
sociales que llamamos comunidades virtuales puede tomar la
doble forma de la "sociedad" y de la "comunidad", en el sentido
desarrollado por Weber, es decir, pueden responder a un doble
proceso de
"societización" (en donde la
motivación de los actores sociales se constituye a
partir de vínculos de interés) y
de "comunitarización" (en donde el grupo se constituye a
partir de un sentimiento de pertenencia de carácter afectivo y tradicional).
(16)

En ambos caso, la sociabilidad y el vínculo
social se construyen dentro de un contexto común de
interacción siempre inestable, y no gracias a
conjunto de relaciones establecidas y fijadas, de un modo
o de un otro, por un contexto comunitario y virtual bien
definido. Así, los requisitos de sociabilidad relativos a
los intereses, valores o sentimientos compartidos, por un lado, y
a la libre elección en la pertenencia a la comunidad
virtual, por el otro, deben ser pensados más bien en
términos de aquellos requisitos necesarios para establecer
estrategias individuales de interrelación dentro de
espacios de convivialidad virtual inestables y no
fijados.

6. Trayectorias biográficas y
comunidades preexistentes: lo virtual reconocerá a los
suyos fuera de la pantalla

Las modalidades dominantes de sociabilidad virtual en la
comunidad RCH consisten, pues, en multiplicar las conexiones y
encuentros con los otros (a partir de redes y estrategias
individuales), otros cuya existencia muchas veces
está sujeta a sospechas. Son múltiples, en efecto,
las referencias a la precariedad de las relaciones con los otros
virtuales y, en consecuencia, a la necesidad de encontrarlos en
algún momento cara a cara. La debilidad del vinculo social
en su variante estrictamente virtual puede ser formulada en los
siguientes términos: ¿porqué creer a seres
humanos "materiales" en un mundo virtual? Estos seres
(detrás de una pantalla, al otro lado del mundo,
escondidos bajo mil identidades) existen, por supuesto, pero tal
vez uno no lo sabrá nunca. Si la telepresencia facilita en
un primer tiempo los contactos entre unos y otros (la
desaparición del rostro del otro y la comunicación
a distancia mediada por el ordenador permite interesarse por
alguien que se encuentra al otro lado del mundo), la presencia
física y
el contacto cara a cara terminan siendo la aspiración y el
reclamo de buena parte de los miembros de la comunidad
RCH.

Por supuesto, no sólo existe una vida "dentro" de
la pantalla, sino que también existe otra "fuera" de ella.
Las prácticas y usos comunitarios de Internet no se
limitan a las interacciones, intercambios o flujos que podemos
observar en las redes del ciberespacio. En lo que respecta a las
relaciones de sociabilidad al interior de la comunidad RCH,
éstas tienden a salir, tarde o temprano, del
ámbito de las relaciones meramente virtuales al
ámbito de las relaciones presénciales

Sin embargo, si el paso de una relación virtual a
una relación presencial deja en evidencia la
conexión estrecha que existe entre el vínculo
social desterritorializado, propio de la comunidad virtual, y el
vínculo social de la copresencia, propio de los contextos
territoriales, también ocurre lo contrario, es decir, que
las relaciones de sociabilidad en el seno de la comunidad virtual
RCH sean también la prolongación de aquellas
relaciones de sociabilidad preexistentes fundadas en realidades
geográficas o familiares.

A partir de nuestro análisis de las trayectorias
biográficas de miembros del RCH residentes en Suecia y
Francia, hemos
podido constatar hasta qué punto lo virtual no sólo
no es independiente de los contextos del "mundo de vida" en que
se insertan cada uno de sus miembros, sino que es este mismo
mundo (el de la familia, el
de los amigos del barrio) el que determina en gran parte la
"libre elección" de la comunidad RCH, y las
prácticas y relaciones que se establecen entre sus
miembros.

Si bien es cierto que los miembros establecen relaciones
virtuales con "otros" desconocidos, el papel fundamental que
juega la "comunidad preexistente" (en el caso de la comunidad de
chilenos en Suecia) y los "contextos familiares" (en el caso de
los miembros residentes en Francia) en la constitución de
espacios de sociabilidad tanto dentro como fuera de lo virtual,
cuestiona seriamente los discursos fundadores y elogiosos sobre
este nuevo modo de relación desterritorializada que
serían las comunidades virtuales. En estos dos casos, las
relaciones de sociabilidad de la comunidad RCH se constituyen,
tanto dentro como fuera de la pantalla, como una
prolongación de las relaciones preexistentes entre sus
miembros, incluso como la prolongación de una determinada
comunidad de vida fuera de la pantalla.

La importancia de la red no virtual de amistades,
conocidos o familiares en la constitución de una comunidad
en el ciberespacio resulta fundamental. Si podemos hablar de un
sentido de pertenencia a la comunidad RCH, éste es,
paradójicamente, anterior a la misma comunidad virtual, es
decir, se funda a partir de la pertenencia a una comunidad
preexistente: a un grupo de amigos, a una familia, a los
que habitan un mismo barrio. Por lo tanto, no estaríamos
en presencia de la substitución de las comunidades
territoriales por las redes virtuales. A lo sumo, vemos
cómo Internet (por medio de la comunidad RCH) mediatiza y
refuerza, en la mayoría de los casos, espacios y contextos
de sociabilidad preexistentes.

Del mismo modo, cuando no estamos en presencia de dichos
contextos de sociabilidad preexistentes (como en el caso de las
relaciones entre desconocidos), la necesidad de prolongar el
contacto, hasta ese momento estrictamente virtual, hacía
contextos presénciales implica el fin de la
relación virtual. En efecto, al salir fuera de la pantalla
para encontrar a los (des)conocidos virtuales, y una vez
establecido el primer contacto presencial o cara a cara, la
necesidad de retomar la antigua relación virtual ya no
existe: la irrupción de la "comunidad de vida", implica no
pocas veces la muerte de
la comunidad virtual, al menos la de tipo personalizada. De este
modo, cuando la comunidad RCH no se constituye a partir de
contextos de sociabilidad preexistentes, lo hace a partir de
estrategias personalizadas e individuales en las que cada miembro
establece lo que percibe como los primeros contactos dentro de la
pantalla (sociabilidad débil) con el objeto de preparar
los futuros encuentros fuera de ella (sociabilidad fuerte). Del
mismo modo en que funcionan los llamados sitios dedicados a los
contactos mundanos y la búsqueda de pajera, la comunidad
RCH lo hace como una herramienta de comunicación,
búsqueda y observación de los otros
virtuales
que, en algún momento, serán o
podrán ser los otros reales: una interfase o
espacio de mediación virtual entre individuos que,
ubicados en una geográfica bien precisa, intentan
establecer contactos (los unos con los otros, los unos sin los
otros) a la distancia.

Lo propuesto por ciertos investigadores en el sentido de
considerar las comunidades virtuales como comunidades emergentes
"de tercer tipo", es decir, comunidades a la vez mediadas
técnicamente por el ordenador y constituidas en función de
la posibilidad de interacciones cara a cara, encuentra en el caso
de la comunidad RCH los matices propios de una doble
filiación (virtual y territorial) problemática. Si
bien los diversos tipos de
comunicación mediada por ordenador (IRC, Foros de
Discusión, correo
electrónico) y el arquetipo de comunicación
inmediata cara a cara convergen en el seno de las comunidades
virtuales bajo la forma de una comunicación y sociabilidad
plurimodal (inmediata-sincrónica,
mediatizada-sincrónica, mediatizada-diacrónica) no
es menos cierto que las modalidades de dicha doble pertenencia (a
territorios geográficos, por un lado, y a territorios
electrónicos, por el otro) están claramente
marcadas por una fuerte asimetría entre las esferas de los
virtual y de lo territorial.

El problema vuelve una vez más sobre las formas
de la articulación entre los intercambios
electrónicos y la interacción física
(sociabilidad, vínculo social, sentido de pertenencia) de
los miembros de una comunidad virtual. Sostenemos, a partir de
nuestro estudio de la comunidad RCH, que dicha
articulación es de carácter territorial.
Así, los modos de la sociabilidad virtual (todos con
todos) están determinados geográficamente o son la
prolongación de modos preexistentes de sociabilidad
territorial. El vínculo social desterritorializado,
más que hacer referencia a la construcción de un
colectivo virtual desligado de las limitaciones de la
geografía, se refiere a estrategias personalizadas de
comunicación (uno a uno) propias al uso privado de las
redes de comunicación a distancia. El sentido de
pertenencia, por último, no sólo tiene poco que ver
con interese y valores compartidos entre los miembros, sino que
esta siempre haciendo referencia ya sea a las realidades locales
y territoriales de cada uno, ya sea a las posibilidades festivas
del anonimato y de la telepresencia.

Por supuesto, podemos, como en el caso del IRC, basadas
en el uso del texto en- observar
sociabilidades virtuales emergentes tiempo real, en el anonimato,
en la recreación de lo banal y en el uso altamente que no
existirían de no- ritualizado
de dichos espacios de interacción común mediar la
tecnología de Internet. Podemos observar también
cómo, por medio del correo electrónico, individuos
separados por la distancia geográfica pueden comunicar y
establecer un contacto que- bajo el
modelo de una red personalizada- de
otro modo sería imposible. Sin embargo, como fue
también el caso con otras no son las- la imprenta, el
teléfono, el correo- tecnologías de mediación
posibilidades supuestamente ilimitadas de lo virtual las que
articulan la sociabilidad o la formación de un
vínculo social a distancia, sino más bien las
limitaciones del "tropismo geográfico" (17) las que
les dan contenido a dichas interacciones, formateándolas
en algunos casos, o haciéndolas simplemente posibles, en
otros, pero siempre determinando la articulación en que lo
virtual deviene territorial y lo territorial deviene
virtual.

De hecho, lo que entendemos por vínculo social
desterritorializado no es otra cosa que un vínculo social
mediado, en nuestro caso por un comunidad virtual de Internet, a
la distancia. Por lo demás, el propio vínculo de la
presencia (cara a cara) no escapa tampoco a este tipo de
mediaciones. Los miembros de la comunidad RCH utilizan este
espacio de comunicación e interacción de la misma
forma en que utilizan Internet en general, a saber, de manera son
más bien utilitaria y estrechamente ligada a los
círculos sociales de familia y de la vida cotidiana. Lo
que ellos mismos denominan "la vida real", y a la que nosotros
hemos aludido utilizando las figuras de lo territorial y de lo
geográfico, domina en efecto la interacción
electrónica.

Si los "intercambios electrónicos no parecen
tener en general ningún efecto directo sobre la
estructuración de la vida cotidiana" (Castells, 2001:151),
es justamente porqué la sociabilidad virtual es un
prolongación mediada de relaciones sociales preexistentes.
Es por eso que los usos al interior de la comunidad RCH sirven a
sus miembros sobre todo para mantener de manera eficaz
vínculos sociales débiles (en el sentido de
relaciones transitorias y poco durables). Dichos vínculos
desaparecerían de otro modo (ya sea porque lo que aporta
la comunicación virtual no amerita necesariamente el
esfuerzo de la comunicación física, ya sea porque
las modalidades de la comunicación virtual, la
discreción o el anonimato, no son posibles en contextos
presénciales) o simplemente no serían posibles
(porque no existiría un espacio de encuentro con aquellos
miles de otros anónimos a la distancia). Dichos
vínculos débiles e inestables, propios de la
interacción virtual, son lo que Mafessoli denomina los
"hilos invisibles" que unen a los miembros de la comunidad
emocional. Sin embargo, no pasa lo mismo cuando los miembros de
la comunidad RCH tratan de mantener vínculos fuertes a
distancia. Ya sea porque la telepresencia no corresponde a una
distancia a superar sino que a estrategias que se fundan desde la
proximidad de grupos territoriales preexistentes. Ya sea porque,
siendo la distancia una barrera a superar, la manutención
efectiva de los vínculos fuertes (en especial los
familiares) requieren de interfases más conviviales (como
el teléfono) para manifestar una presencia a distancia, y
no de los medios
virtuales (como el correo electrónico) incapaces de
permitir una comunicación interactiva y en
profundidad.

En definitiva, la reconfiguración de la
comunidades virtuales, como espacios de sociabilidad
desterritorializados, con respecto a las comunidades
presénciales o geográficas, no estaría tanto
en determinados intercambios electrónicos, en la
constitución de redes personales de comunicación, o
incluso en las sociabilidades festivas y efímeras que
observamos en determinados espacios virtuales. Como sugiere
Castells, de manera acertada, si bien es cierto que en el seno de
los colectivos virtuales y de las redes de Internet las
conexiones son transitorias y cambiantes, los flujos, en cambio, son
permanentes. Es esta exterioridad e inmanencia de las redes del
ciberespacio, que autores como Pierre Levy identifican con el
hipertexto en cuanto objeto-mediador, que merecería ser
estudiada en otro momento con mayor atención. Ya no se trataría tan
sólo de determinar formas de sociabilidad virtual (todos
con todos) o relaciones individuales en red (uno a uno) sino
también (en una suerte de antropología de los
objetos) de cómo los sujetos se relacionan con este objeto
técnico que es
Internet.

7. A modo de conclusión: la
comunidad RCH como diáspora electrónica

Para finalizar, podemos retomar la hipótesis de la
comunidad El Rincón Chileno como ejemplo de
diáspora electrónica. Según señala
Arjun Appadurai, las nuevas comunidades electrónicas de
Internet permitirían "establecer un debate, un
diálogo y
relaciones entre individuos separados territorialmente, pero que
forman, pese a todo, comunidades de imaginación y de
interés en el seno de una diáspora" (Appadurai,
2001: 268). Dichas comunidades de imaginación no
están lejos, de hecho, de aquellas otras "comunidades
imaginadas" propuestas por Benedict Anderson (1991) como una
forma de superar la dicotomía virtualidad / presencia en
la constitución identitaria de grupos humanos (o de
individuos) que no han estado en
contacto directo. En dichas comunidades imaginadas, los medios de
comunicación (en especial la prensa escrita)
contribuyeron a crear y a mantener un sentimiento de
identificación y pertenencia nacional o comunitario, no
solo en el marco del Estado Nación
sino también en el caso de las diásporas o de las
minorías socioculturales. Por supuesto, dicho proceso no
es contradictorio con el hecho de que los individuos de un grupo
vinculados imaginativamente sigan manteniendo un contacto
presencial directo. En los hechos, cualquier comunidad más
grande que un pueblo (e incluso probablemente en este tipo de
comunidad), donde se supone que los contactos tienen lugar
primordialmente cara a cara, es una comunidad
imaginada.

Lo novedoso, en la actualidad, es que gracias a Internet
los flujos desterritorializado de las comunicaciones
electrónicas, "comienzan a crear vecindades
virtuales
que ya no están limitadas por el territorio,
los pasaportes, los impuestos y las
elecciones" (18) (Appadurai: 268). ¿Es éste
el caso de la comunidad RCH? ¿Estamos frente a una especie
de vecindad virtual donde la diáspora de chilenos en el
mundo deviene diáspora electrónica gracias a la
mediación de Internet?

Como hemos visto, la comunidad RCH está lejos de
constituir una vecindad virtual si consideramos el bajo espesor
de las relaciones todos con todos que se establecen entre sus
miembros y la no independencia
de estas últimas con respecto a los contextos
territoriales. Aunque existiera una diáspora preexistente
de chilenos que se conecta a Internet (como en el caso de la
comunidad de chilenos en Suecia), esto no sería lo mismo
que afirma que es gracias al contexto desterritorializado de la
comunidad virtual que ésta puede generar nuevas formas de
sociabilidad o, en su defecto, ampliar las dinámicas ya
existentes.

Sin embargo, no por ello la idea una diáspora de
chilenos en el mundo deja de ser una figura interesante para una
aproximación al fenómeno de las comunidades
virtuales. En efecto, a partir de su definición
canónica (la diáspora como el conjunto de miembros
de un pueblo disperso a través del mundo, pero que se
mantienen en relación), la figura de la diáspora da
cuenta de aquel proceso identitario en que se construye o se
imagina una comunidad dispersa y en movimiento
(nacional, religiosa, étnica o mercantil) a partir de la
relación con una comunidad de origen, estable y delimitada
(pero no por ello menos imaginada o construida). Desde un
comienzo, pues, la diáspora virtualiza las relaciones de
pertenencia (somos de esta tierra pero
también de la otra, estamos aquí pero
también allá): es decir, la propia diáspora,
sin necesidad de ser electrónica, es en buena medida
virtual.

En ese sentido, si aceptamos otorgar al conjunto de
grupos, familias o individuos que forman la comunidad RCH el
apelativo de diáspora, aunque sea de manera restringida,
no nos referiremos ya a una diáspora que se constituye por
medio de una supuesta sociabilidad y convivencia en línea
entre sus miembros. Como lo muestra, por ejemplo, el caso de las
familias franco-chilenas de nuestro estudio, la figura del
Chile distante es efectivamente puesta a discusión
a partir de la comunidad RCH. Sin embargo, el trabajo de
la diáspora (las relaciones con lo suyos en Chile, las
discusiones sobre volver o no a Chile, o el estatuto mismo de los
hijos nacidos en el extranjero) se desarrolla fuera del
ámbito virtual: en el seno de la propia familia, o de la
comunidad de chilenos en Francia, de aquella vecindad que
corresponde al mundo vivido o, que siendo vecindad virtual, es
siempre imaginada y producida a partir de una coordenada
geográfica y de un contexto histórico, social,
político y material.

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Notas

[1] – En efecto, estamos frente a una
masificación de los usos de Internet: cerca de 1000
millones de usuarios conectados en el mundo, y otros tantos
millones que participan en algún tipo de colectivo virtual
(comunidades virtuales, foros de discusión, chats, etc.).
Sin embargo, hablar de la expansión o del acceso
generalizado a la Red no es lo mismo que hablar de libre acceso o
igualdad de
acceso a Internet. Más bien, lo que intentamos subrayar es
el hecho de que la práctica de Internet ha conocido una
verdadera explosión en los últimos años: a
fines de 1995, primer año de su uso a gran escala,
había a nivel mundial alrededor de 16 millones de usuarios
de Internet. A comienzos del 2002, su número era
aproximadamente de 590 millones. Fuente: Idate, European
Information Technology Observatory (EITO, 2003).

[2] – Ambos enfoques sobre las comunidades
virtuales –el reticente y el entusiasta–, en
apariencia opuestos, sacan sus conclusiones a partir de un mismo
diagnóstico: en nuestra época,
cualquier persona, con su
modem
conectado a Internet, puede sentirse más vinculada a otras
que viven a miles de kilómetros de distancia que con
aquellos que forman su vecindad. Por un lado, el temor a la
pérdida de la localidad y del lugar a causa de los
procesos de
desterritorialización, es decir, de aquellos espacios con
límites definidos destinados a proporcionar los marcos
presenciales de la interacción social. Por el otro, la
promesa de nuevos espacios y referentes para la
interacción a distancia más allá de los
limites de la geografía, del territorio y de la localidad,
gracias a esta misma desterritorialización. En ambos
casos, la red global de comunicaciones provocaría el
colapso de las viejas barreras espaciales: todos los lugares,
todos los espacios son accesibles, ahora, casi
instantáneamente. Esta especie de devaluación espacial tendría su
expresión más radical en la tesis propuesta por
Paul Virilio (1984), según la cual –producto de los
nuevos regímenes de temporalidad y de percepción
hechos posibles por la tecnología– el espacio ha
dejado de contar y ha pasado a convertirse en algo irrelevante,
completamente supeditado al tiempo de la inmediatez
electrónica: "el lugar geográfico deja de ser el
asiento de la experiencia humana para convertirse en polo a
alcanzar en el ejercicio del ir y del venir" (Virilio,
1984:94).

[3] – La comunidad virtual El Rincón
Chileno fue creada el 1 de enero del 2000 por un grupo de
jóvenes chilenos nacidos en Chile y residentes en
Estocolmo, Suecia. En un principio, la comunidad contaba con
menos de 200 miembros, esencialmente pertenecientes a la
comunidad de chilenos en Suecia. En la actualidad, el
número sobrepasa los 90 mil, de todas partes del
mundo.

[4] – La mayor parte de los socios inscritos en
RCH son chilenos con residencia en Chile (40%), seguido por las
comunidades chilenas en Suecia (30%) y Canadá (10%).
Porcentajes aproximados a partir de la base de datos
del Staff Rincón Chileno

[5] – En efecto, considerando la totalidad de
canales temáticos que componen el sistema, los
foros cuentan con no más de 250 mensajes registrados en la
"memoria del
sistema". Para una comunidad que contabiliza la
circulación diaria de más de 3500 mensajes
producidos por sus socios (entre e-mail y saludos en los libros de
visita), una cifra como la anterior da las primeras pistas de lo
que podríamos calificar como una baja, sino marginal,
participación de los socios en el sistema de foros de la
comunidad.

[6] – Si los foros son un ejemplo de intercambios
textuales minoritarias entre un puñado de socios activos o de
discusiones periféricas con respectos a otros espacios
"centrales" de interacción comunitaria (dominios
personales, chat, sistema interno de e-mail), queda no obstante
la pregunta sobre la "participación pasiva" de aquellos
miembros que se limitan a leer los mensajes y a seguir las
discusiones. En términos absolutos, resulta imposible
saber el número, incluso aproximado, de socios que leen o
siguen lo que se desarrolla en los Foros RCH. Sin embargo, no
extraño que estas discusiones periféricas sean
seguidas por un número importante de socios y puedan, de
hecho, bajo la forma de la referencia o de la cita, alcanzar los
"centros" de la comunidad.

[7] – Según Pierre Levy (p.116), el
objeto-vínculo o mediador, objeto que hace del
ciberespacio un contexto común para la interacción
a distancia, "debe ser el mismo para todos, pero al mismo tiempo
diferente para cada cual, en el sentido en que cada uno
está, con respecto a sí mismo, en una
posición diferente. El objeto marca o traza las
relaciones mantenidas por los individuos, los unos con respecto a
los otros. Circula, física y metafóricamente, entre
los miembros de un grupo. Se encuentra, simultánea o
alternativamente, en las manos de todos. Por esto, cada uno puede
inscribir en él su acción, su contribución,
su impulso, su energía. El objeto no sólo permite
llevar el todo frente al individuo, sino que también
implica al individuo en el todo. Sin embargo, el objeto,
contenido y dominado por los grupos que constituye, continua
siendo exterior, "objetivo" ya que no pertenece al grupo como
otro sujeto".

[8] – Nos referimos, por ejemplo, a la
"desenvoltura" comunicativa que, gracias al anonimato, permite
que perfectos desconocidos puedan desarrollar con una relativa
inhibición intercambios textuales de tipo sexual,
lúdico y trivial, y crear lo que hemos llamado las
disputas festivas (la teatralización de intercambios
más o menos agresivos por medio del texto escrito). O
también, a la ergonomía necesaria al uso del texto
escrito que, dependiendo de su cadencia, de su ubicación
en una secuencia textual determinada o de su rapidez de
inscripción en la pantalla, determinan en buena medida las
continuidades y discontinuidades, las saturaciones y
vacíos, de los intercambios textuales entre los
participantes

[9] – Lo local (o más bien lo translocal)
se expresa a través de las múltiples referencias a
la "chilenidad" hechas por los participantes a lo largo de sus
intercambios textuales. Ya sea en lo que respecta al uso del
argot chileno por quienes participan (el
«guevón» y su infinidad de acepciones,
expresiones como «la puñalada con ajo»,
«cachai», etc.), ya sea por las referencias a la
cultura
popular y del mundo televisivo (el programa
«del muñeco Pin-Pon», el humorista
«Eduardo Vilches», el «circo Timoteo»,
etc.).

[10] – De este modo, lo que en un momento sirve
como eje unificador (y homogenizador) de "lo chileno a la
distancia" (el argot chileno, las referencias locales de todo
tipo) se vuelve en otro elemento de diferenciación (e
incluso de tensión) entre, por ejemplo, el grupo de "los
chilenos" y de "los suecos": esta vez es el argot (o cualquier
otro tipo de identificación) en la distancia el que prima.
Distancia que ya no hace referencia a una identidad o historia compartida (a una
especie de localidad virtual y transnacional), sino que remite a
las realidades sociales y a los "mundos de vida" en donde este
tipo de identificación se localiza y desde donde, en
consecuencia, hablan los que participan en el IRC.

[11] – Producto de la geografía y de los
husos horarios, entre los grupos que participan en el IRC existe
una suerte de división según el lugar de residencia
de sus miembros. A grosso modo, podemos destacar dos grandes
grupos. Por un lado, tenemos al grupo de "los Suecos" (a quienes
se asocian también aquellos miembros que residen en
Europa) y por el
otro al grupo de "los Chilenos" (a quienes se agregan los
miembros que residen en el continente Americano) Así,
podemos observar el momento de "llegada" y de "retirada" de las
distintas comunidades de chilenos según la diferencias
horarias. En efecto, no es difícil distinguir aquellos
momentos (en la noche de los unos, en la madrugada de los otros)
en que el IRC es ocupado en su mayoría ya sea por la
"comunidad sueca", ya sea por la "comunidad chilena".

[12] – Y que se traduce, a una escala mayor, por
lo que Hinner (2000) describe como "el desarrollo de redes de IRC
regionales, como en el caso de BrasNet para los usuarios
brasileros, y la regionalización creciente de las redes
globales".

[13] – Ya sea porque se conocían antes de
entrar al Rincón chileno (lo que podríamos llamar
un "grupo preexistente") ya sea porque, de haberse encontrado por
primera vez en el chat, han llegado a establecer contactos fuera
de él. Así, por ejemplo, buena parte de sus
conversaciones en el salón general hace referencia,
justamente, a las actividades que desarrollan fuera de la
pantalla, en la "vida real".

[14] – El dominio o cuenta
personal es el espacio virtual propio ("Mi Rincón")
asignado a cada socio dentro de la comunidad RCH con el objeto de
que éste pueda presentarse al resto de los miembros de la
comunidad y "acceder e intercambiar información dentro del
sistema RincónChileno". De manera más
específica, estos espacios de construcción personal
se constituyen a partir de la presentación hecha por cada
socio al momento de ingresar en la comunidad. Dicha
presentación contiene los datos generales
del miembro (país de origen y residencia, edad, sexo,
profesión), una fotografía
del mismo (en algunos casos), información interactiva
(nickname del socio, su «estado» on line u off line,
el número de visitas a la comunidad, fecha de la
última visita, dirección de e-mail, etc.) y la
presentación propiamente tal, es decir, la
información escrita por el socio para darse a conocer al
resto de la comunidad.

[15] – Los dominios personales pueden ser
visitados por cualquier miembro del RCH, ya sea para entrar en
contacto con su "propietario", ya sea simplemente para leer la
presentación de este último o para observar el
diseño
o la arquitectura
virtual del dominio en cuestión. Sin embargo, las
dinámicas de interacción mediadas por los dominios
personales (mensajes personales entre un miembro y otro) no
pueden ser observadas por un tercero.

[16] – Como señala Dominique Schnapper
(1998), la oposición entre los dos procesos es del orden
ideal ya que en la realidad concreta "la gran mayoría de
las relaciones sociales tienen en parte el carácter de una
comunitarización, en parte aquel de la
societización".

[17] – Aquí no se trata de proponer una
inversión del determinismo
tecnológico, del tipo causa y efecto entre innovación
tecnológica y contextos territoriales. Simplemente, de
señalar que el colapso relativo de las viejas barreras
espaciales no sólo no representa la aniquilación
del espacio por el tiempo, la velocidad y la
simultaneidad, sino que convierte a esta nueva espacialidad
desterritorializada en una de las claves fundamentales para
explicar, por ejemplo, el desarrollo
económico capitalista. Como señala Harvey
(1998: 78), "cuanta menor importancia adquieren las barreras
espaciales, mayor es la sensibilidad del capital a las
variaciones de los lugares en el espacio y mayores los incentivos para
la diferenciación de los lugares con vista a atraer el
capital".

[18] – Según Appadurai las vecindades
virtuales parecen representar la ausencia de vínculos cara
a cara y de la continuidad espacial propias a la vecindades
espaciales. En realidad, como él mismo señala, no
se trata tanto de una oposición como de la emergencia de
una relación compleja entre ambas espacialidades en lo que
respecta a la producción de la localidad. La
construcción de la localidad ya no es puramente una
cuestión de contextos territoriales sino más bien
de estructuras de
sentido: los mundos imaginados. Dichos mundos (en su variedad de
ethnoscapes, mediascapes,technoscapes, ideoscapes) imaginados no
son producidos sólo en referencia a localidad del
territorio sino también a la translocalidad representada
por los flujos globales desterritorializados de
información, noticias,
imágenes y conocimientos, por un lado, y
los flujos de personas y de los grupos en movimiento, por el
otro.

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